Traducción de Google: Nota de Ville Hietanen (Jerome) de ProphecyFilm.com y Against-All-Heresies-And-Errors.blogspot.com: En la actualidad, yo (pero no mi hermano del correo "professionfilm12") he actualizado muchos de mis cree estar más en línea con el Vaticano II y ya no me adhiero a la posición de que el Vaticano II o los protestantes, musulmanes, budistas o varios grupos y pueblos tradicionalistas, etc. o las diversas enseñanzas, santos y adherentes al Vaticano II (y otros canonizados por el Vaticano II) como Santa Madre Teresa o San Papa Juan Pablo II, etc., fue herético o condenado o no católico (o no el Papa) - o que son indignos de este título. También he abrazado las opiniones sexuales sobre el matrimonio del Vaticano II y ya no me adhiero a las interpretaciones estrictas expresadas en este sitio web y en mis otros sitios web. Para leer más de mis puntos de vista, vea estos artículos: Algunas correcciones: Por qué ya no condeno a otros ni los juzgo como malvados que hice antes. Por qué ya no rechazo al Vaticano II y a los sacerdotes católicos tradicionales ni a recibir sacramentos de ellos (sobre el bautismo de deseo, el bautismo de sangre, la planificación familiar natural, Una Cum, etc.) Preguntas y respuestas: ¿La condenación y los tormentos eternos para nuestros hijos y seres queridos es "verdad" y "buena", pero la salvación para todos es "maldad" y una "herejía"?

El fiasco de la anulación – La aceptación de facto del divorcio y del segundo matrimonio de la secta del Vaticano II

Por Hno. Pedro Dimond y Hno. Miguel Dimond de Monasterio de la Sagrada Familia

Papa León XIII, Dum multa, # 2, 24 de diciembre de 1902: “De ello se deduce entonces que el matrimonio de los cristianos cuando está totalmente consumadono puede ser disuelto por cualquier otra razón que no sea la muerte de alguno de los cónyuges, de acuerdo con las santas palabras: ‘Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre’”[1].

De acuerdo con el dogma católico, las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y la indisolubilidad. Un matrimonio válidamente contraído y consumado es vinculante hasta que la muerte separa a los cónyuges. “No hay tal cosa como la anulación de un matrimonio sacramental consumado. La expresión se utiliza a veces incorrectamente para la declaración de nulidad de una unión presunta de ser un matrimonio, pero que en el examen se comprueba que no lo ha sido así[2]. Es importante que entendamos que no existe tal cosa como “la anulación” de un matrimonio consumado, sino sólo es una declaración de nulidad de que cierta unión nunca fue un matrimonio desde un comienzo, si es que hay clara evidencia de que dicha unión en particular no fue contraída válidamente.

Teniendo esto en cuenta, es fácil ver por qué las “nulidades” (es decir, las declaraciones de que algunas uniones que no fueron en realidad matrimonios desde un comienzo) tradicionalmente se daban en muy raras ocasiones. Tales casos son muy difíciles de probar, y si hay dudas acerca de si una unión en particular fue un matrimonio contraído válidamente, la Iglesia presupone la validez del matrimonio.

Canon 1014, Código de Derecho Canónico de 1917: “El matrimonio goza del favor del derecho; por consiguiente, en caso de duda, se debe estar por la validez del matrimonio mientras no se demuestre lo contrario, salvo lo que se prescribe en el canon 1127”[3].

Un buen ejemplo de “nulidad”, que podría darse sobre bases sólidas, sería si una mujer contrajo “matrimonio” (no por culpa suya) con un hombre a quien más tarde ella descubrió que era un sacerdote válidamente ordenado. Puesto que los sacerdotes no pueden contraer matrimonio (canon 1972)[4], la unión entre este sacerdote y la mujer no fue un matrimonio válido. A ella se le daría un decreto de nulidad de que ella nunca se casó. Ella sería libre de casarse con otra persona.

Otro ejemplo evidente de “nulidad” sería si la persona con quien usted se “casó” resultó haber estado casado(a) antes, pero le ocultó a usted esta información. Un ejemplo de épocas pasadas sería si una mujer se casó con un esclavo a quien ella realmente pensaba que era un hombre libre, pero no lo era. Se daría una declaración de nulidad, ya que ese error en particular acerca de la persona con quien se va a casar es tan grave que hace que el matrimonio sea nulo (canon 1083 §2)[5].

En todos estos casos, la razón debe ser grave y la evidencia debe ser clara de que nunca hubo un matrimonio válido. Es por eso que sólo se concedieron 338 anulaciones en 1968 en los EE.UU., cuando la enseñanza pre-Vaticano II sobre el matrimonio era sostenida aún por la mayoría.

Sin embargo, con la explosión de la apostasía post-Vaticano II, la enseñanza de la indisolubilidad del matrimonio se ha tirado por la ventana junto con los otros dogmas. Desde 1984 a 1994, la iglesia del Vaticano II en los EE.UU. concedió un poco menos de 59.000 al año, ¡a pesar que el número de matrimonios católicos ha caído un tercio desde 1965![6]

¡Sólo en el 2002, la secta del Vaticano II concedió 50.000 anulaciones en los Estados Unidos![7] ¡Un asombroso 97% de todas las nulidades solicitadas se concedieron en los Estados Unidos! Esto significa que casi todos los que quieren una “anulación” de su matrimonio ¡la consiguen!

P. Leonard Kennedy: “Desde 1984 a 1994 fue el 97% para los juicios de primera instancia. Todos los casos, sin embargo, tenían que tener un segundo juicio. El porcentaje de decisiones revocadas en los Estados Unidos es de 4/10 del 1%[8].

Esto significa que casi el 100% de las nulidades solicitadas son concedidas en el primer juicio, ¡con un porcentaje inferior a 0.5% de posibilidad de que tal anulación sea revocada en un segundo! Este es un rechazo total de la indisolubilidad del matrimonio, en la realidad y en los hechos. Este fiasco de la anulación fue el tema del famoso libro de Sheila Rauch Kennedy, Shattered Faith: A Woman’s Struggle to Stop the Catholic Church from Annulling Her Marriage[La fe trozada: La lucha de una mujer por detener a la Iglesia católica de anular su matrimonio]. Esta tolerancia del divorcio y segundas nupcias con el pretexto de anular matrimonios falsos ha destruido innumerables familias y se burla de la Iglesia católica ante el mundo.

Las cosas están tan mal al respecto que, “En los boletines de la iglesia, en los periódicos católicos, e incluso en la prensa secular, hay anuncios de que las anulaciones están disponibles, a veces con la garantía de que les será concedida. ‘Algunos anuncios prometen prácticamente la anulación a todos los que la soliciten. Los esfuerzos de promoción [de las nulidades]… pueden suscitar respuestas de… cónyuges que sueñen con un matrimonio más conveniente, pero que no considerarían seriamente la separación y el divorcio sino fueran por las anulaciones que se las presentan como una alternativa conveniente y aceptable’”[9].

Básicamente cualquier pareja que quiera una declaración de que no están casados ​​la puede conseguir. Las conceden para todo tipo de razones ridículas, como el alcoholismo, la incompatibilidad de personalidades, etc., etc., etc., ningunas de las cuales son motivos válidos. ¡El 11,68% de las anulaciones que se conceden hoy son a causa de “consentimiento defectuoso”, que implica que al menos una de las partes no tenía un conocimiento suficiente o la madurez como para saber qué compromiso se requiere en el matrimonio![10] En otras palabras, si después de algunos años de matrimonio descubre la persona que ya no le gusta más su esposa, él no estaba lo suficiente “maduro” o no sabía en qué se estaba metiendo cuando decidió intercambiar los votos perpetuos con esta persona. Esto es obviamente absurdo, completamente falso e indignante.

Las personas que piensan que son librea para contraer de nuevo matrimonio bajo dichos falsos y deshonestos fundamentos se engañan a sí mismos; se colocan en el camino de la condenación. Y la secta del Vaticano II los confirma en ese falso camino. Cuando las personas hacen los votos del matrimonio, estos son hasta que la muerte los separe. Ellos querían los beneficios del matrimonio, ellos fueron quienes decidieron contraerlo. Las obligaciones que acompañan el matrimonio no parecían molestarles cuando hicieron uso de sus derechos matrimoniales. Es su culpa si, por algún tiempo después, no les gustó la decisión que hicieron o no estaban preparados para ello. La capitulación de la secta del Vaticano II con respecto a este tema es una prueba más de la adoración al hombre, apaciguar al hombre a toda costa, aliviándolo de todas sus responsabilidades y contratos ante Dios porque ya no le son convenientes o ya no son de su gusto. Este abominable fiasco de anulación es uno de los aspectos más despreciables de la secta del Vaticano II.

Robert H. Vasoli, autor del libro What God Has Joined Together [Lo que Dios ha unido], era parte de un matrimonio totalmente válido durante 15 años cuando repentinamente se encontró demandado por la anulación de su matrimonio. Él escribe que el escándalo generado por la anulación por las personas que conocían a los cónyuges y no podían aprobar “es mínimo en comparación con el escándalo generado por el sistema de tribunales. El sistema en su conjunto es un escándalo”[11].

Los antipapas de la secta del Vaticano II no hacen nada para frenar este atropello o hacer cumplir la santidad del vínculo matrimonial. Esta burla del matrimonio, por la concesión de falsas anulaciones, continúa inexorablemente bajo su mando como la lava que se derrama fuera de un volcán en erupción.

Basados en estos hechos sorprendentes, se puede realmente decir que la secta del Vaticano II permite el divorcio y las segundas nupcias, demostrando una vez más que no es la Iglesia católica, sino una falsa secta de los últimos días. Observe cuán diferente actuaban los verdaderos Papas cuando se enfrentaban a estos problemas.

Mientras la secta del Vaticano II niega la indisolubilidad del matrimonio, la Iglesia católica y los verdaderos Papas la han defendido a toda costa

En el año 996, el rey Roberto II de Francia repudió a su mujer Susana y se “casó” con Berta de Borgoña. A pesar de los problemas que pudieran haber surgido por oponerse al poderoso rey, el Papa Gregorio V condenó la unión de Roberto con Berta como bígamo y le ordenó separarse de Berta o lo excomulgaría. Roberto envió un embajador a Roma con la esperanza de que el Papa pudiera ceder, pero fue en vano:

“… el Papa Gregorio V sólo podía decir con su Señor: ‘Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre’. Casi mil años antes, Jesucristo, había dado esto a sus discípulos, lo que les pareció una de las más difíciles de sus enseñanzas. No obstante, todavía resonaba por los pasillos del tiempo, el terror de los poderosos, el escudo de los inocentes, cuando su vicario en la tierra ciento treinta y ocho dijo una vez más lo que pensaba del sagrado e inquebrantable vínculo del matrimonio, en favor de la princesa Susana. Cuando el rey Roberto aún no se había separado de Berta, fue excomulgado, al final del año [998]. Tres años más tarde finalmente se sometió, y la despidió”[12].

En 1141, la hermana de la reina Leonor de Francia, Petronila, deseaba casarse con uno de los nobles más ricos y funcionario más poderoso de la corte, el senescal Raúl de Vermandois. El problema era que el senescal Raúl de Vermandois ya estaba casado con otra Leonor. Una comisión de tres obispos, sin duda influenciada por el rey Luis VI, pronunció la invalidez del matrimonio de Raúl con Leonor bajo el fundamento engañoso de consanguinidad. De inmediato se casó con Petronila. San Bernardo denunció la decisión de los obispos en palabras que se aplican sorprendentemente a la situación posterior al Vaticano II, con una diferencia crucial:

San Bernardo denunció a los tres obispos como ‘hombres descarados… quienes, a pesar de la ley de Dios, no han vacilado en separar lo que Dios ha unido. Esto no es todo. Ellos han ido más lejos y añadieron un pecado a otro al unir lo que no debe estar unido. Los ritos sagrados de la Iglesia han sido violados y las vestiduras de Cristo han sido rotas, y para empeorar las cosas esto se ha hecho por las mismas personas cuya preocupación debe ser que se enmienden’. Él no dudó en señalar que el propio matrimonio de Luis con Leonor estaba dentro de los grados prohibidos de consanguinidad, sin embargo, no había recibido una dispensa papal. El Papa Inocencio III en 1142 respondió excomulgando a Raúl de Vermandois e impuso un interdicto sobre sus tierras, y la suspensión de los tres obispos”[13].

En este episodio vemos una sorprendente analogía con la situación actual. San Bernardo denuncia a los obispos por conceder una anulación falsa cuando no había motivos para hacerlo, y los condena por romper la unión del matrimonio cuando su deber era hacer que se mantuviera. Pero la diferencia es que San Bernardo vivía cuando había un verdadero Papa, a diferencia de aquellos que viven en la actualidad. El verdadero Papa, Inocencio III, sin demora respaldó a San Bernardo y excomulgó a los culpables y suspendió a los obispos. No hay nada como esto realizado por los antipapas de la secta del Vaticano II, por supuesto, porque no son católicos y su secta aprueba el divorcio y las segundas nupcias bajo la cobertura de una anulación fácil y fraudulenta.

En 1193, el poderoso rey Felipe II de Francia anunció que buscaría una anulación un día después de casarse con la princesa Ingeborg. Los obispos franceses obedientemente concedieron una anulación a Felipe sin siquiera dar una audiencia a Ingeborg. Pero en 1195, el Papa Celestino III revocó la anulación dada por los obispos franceses y exigió que Felipe volviera junto a Ingeborg, y además le advirtió que ningún futuro matrimonio sería reconocido por la Iglesia, mientras Ingeborg estuviera viva.

“El rey resistía con furia, y en 1196 se casó bígamamente con Inés de Méran, pero el Papa Celestino III y su sucesor… siguieron insistiendo en los derechos de Ingeborg. En enero de 1200 el Papa Inocencio colocó a todo el reino de Francia bajo un interdicto para hacerlos cumplir. Felipe pretendió rendirse, pero su corazón seguía endurecido, y sólo trece años más tarde, finalmente recibió otra vez a Ingeborg y reinó con ella a su lado. Una vez más, los Vicarios de Cristo habían defendido un vínculo de matrimonio real, independientemente del costo político[14].

Quizás el caso más evidente que se debe mencionar al respecto es el del cisma anglicano. El cisma anglicano (siglo XVI) fue el resultado de la negativa de la Iglesia católica a conceder al rey Enrique VIII de Inglaterra la anulación de su matrimonio válido con Catalina de Aragón. El rey Enrique VIII quería que fuera considerado nulo porque deseaba casarse con Ana Bolena (de quien algunos eruditos sugieren que en realidad era su hija ilegítima)[15], por lo que Enrique se separó de Catalina y se casó inválidamente con Ana Bolena. El 11 de julio de 1533, el Papa Clemente VII excomulgó a Enrique VIII y ordenó a todos sus súbditos a evitarlo por haberse separado de Catalina y “casarse” sacrílega e inválidamente con Ana. Al año siguiente (1534), el rey Enrique VIII se declaró jefe de la Iglesia en Inglaterra. Negó que el Papa tuviera jurisdicción suprema sobre la Iglesia universal, negando la autoridad del Papa sobre la Iglesia en Inglaterra. Declaró su matrimonio con Catalina inválido, y su matrimonio con Ana válido.

Si los Papas hubieran concedido simplemente la anulación que quería Enrique VIII sobre la base de “consentimiento defectuoso” o incompatibilidad psicológica o alguna otra razón falsa, como la secta del Vaticano II se suele hacer, el cisma anglicano se habría evitado. Pero no, la verdad y la santidad del vínculo matrimonial tuvo que ser defendida a toda costa, incluso si eso significaba que el rey pusiera a todo un país bajo el cisma. Esa es la diferencia entre la Iglesia católica y la secta del Vaticano II, una es católica y la otra no lo es.

Notas de la Sección 28:

[1] The Papal Encyclicals [Las Encíclicas Papales], ed. ing., de Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 2 (1878-1903), pp. 517-518.

[2] Donald Attwater, A Catholic Dictionary [Un Diccionario Católico], ed. ing., Tan Books, 1997, p. 23.

[3] The 1917 PioBenedictine Code of Canon Law, traducido al inglés por el Dr. Edward Von Peters, San Francisco, CA: Ignatius Press, 2001, p. 352.

[4] The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, traducido al inglés por el Dr. Edward Von Peters, p. 369.

[5] The 1917 Pio-Benedictine Code of Canon Law, traducido al inglés por el Dr. Edward Von Peters, p. 373.

[6] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church” [La crisis de la anulación en la Iglesia], edición del marzo de 1999.

[7] Pat Buchanan, “An index of catholicism’s decline,” Townhall News, Dec. 11, 2002.

[8] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999.

[9] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999.

[10] P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999.

[11] Citado por el P. Leonard Kennedy, Catholic Insight, “The Annulment Crisis in the Church”, marzo de 1999.

[12] Warren H. Carroll, A History of Christendom [Una Historia de la Cristiandad], vol. 2 (The Building of Christendom [Edificando la Cristiandad]), Front Royal, VA: Christendom Press, 1987, pp. 437-438.

[13] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), p. 55.

[14] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), pp. 141-142.

[15] Rev. Dr. Nicholas Sander, The Rise and Growth of the Anglican Schism [El Ascenso y Desarrollo del Cisma Anglicano], Tan Books, 1988, pp. 96-100.


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