Testimonios del Infierno
La historia que os voy a contar he intentado olvidarla durante mucho tiempo, pero cada vez que me quedo sola o que alguien habla de estos temas aún se me llenan los ojos de lágrimas.
Yo tenía unos 10 años más o menos, era verano y mi tía y sus 2 hijos habían ido a pasar el verano a casa de mi abuela porque su marido pasaría el verano en Bulgaria. Por aquel entonces mi padre trabajaba en una ciudad a unos 200 km de la mía y cada lunes mi madre lo iba a llevar en coche con mi hermana mayor sobre las 5 de la mañana y como no querían que me quedara sola en casa me iba con mi tía a casa de mi abuela.
Ya hacía un par de semanas que me encontraba extraña allí, pero nunca dije nada.
Cuando aquel domingo llegué sobre las 7 de la tarde a esa casa enorme en medio del monte algo me dio mala espina. Pero en cuanto vi que mis padres se metían en el coche para irse, fui corriendo a junto de ellos y les pedí que no me dejaran allí, lo cual era extraño pues nunca fui de esas niñas que lloran cuando sus padres se iban. Ellos acabaron convenciéndome para que me quedara y así lo hice.
Los minutos pasaban y a mi me parecían horas, una sensación en el pecho me ahogaba y apenas me dejaba respirar. Mi tía me preguntó qué me pasaba y le dije que me sentía angustiada (ella rió).
Me di cuenta de que mi primo que tenía unos 7 años estaba muy triste, pero en el momento no le di importancia.
Antes de que empezara a anochecer cogí la bici para dar una vuelta por la finca que había en la casa. Iba cuesta abajo cuando de repente alguien agarró la bici arrastrándome hacia atrás y frenándola por completo. Molesta grité: - ¡¡Diego estate quieto que casi me mato!! Me di la vuelta, pero mi primo no estaba en ninguna parte y cuando giré de nuevo la cabeza vi algo que me hizo perder la razón: era la cara de un hombre mayor, con gafas oscuras y con cara de muy pocos amigos, en mitad de los árboles, pero no tenía cuerpo, era sólo un rostro que me miraba con odio.
Empecé a gritar llorando y riendo a la vez, estaba como loca, cuando mi primo vino alucinado por mi estado. Yo no paraba de gritar sin decir ni palabra, mi tía salió a la ventana y vino corriendo, yo temblaba y lo único que pude decirle fue: - Dile a mamá que venga. Mi madre vino en unos 20 minutos durante los que yo no articulé palabra y no dejé de temblar.
Cuando me iba y me acerqué a la habitación de mi primo, lo vi llorando y me dijo: - No te vayas, yo paso miedo todas las noches.
Pero me fui igual. Mi tía creyó que lo que intentaba era asustar a los niños pero no era así. Le conté parte de la historia a mi madre y ella no me dijo nada. Mi tía se comportó muy fría conmigo (lo puedo entender), ella no sabía lo que se venía encima.
Una semana después apareció con las maletas en mi casa, llevaban días sin dormir: mi primo cada noche escuchaba pasar las páginas de un libro, veía a un hombre de blanco caminando por el pasillo y a una mujer que estaba cada noche a los pies de su cama mirándolo, mientras que en la habitación de mi tía entraba una bola de luz blanca que la asfixiaba.
Ese día me dijo: - Ahora entiendo lo que pasaste.
Poco después me enteré de que mi abuelo se había suicidado allí cuando yo era un bebé y justo antes de hacerlo llamó a mi madre para decirle que les iba a hacer la vida imposible a toda la familia y que mi abuela estaría muerta en vida en esa casa.
Todo se cumplió, cada una de las hermanas de mi madre tuvieron una desgracia diferente. La última fue mi madre: mi padre murió hace 3 meses trabajando, pero ahora tengo la tranquilidad de que si desde el más allá se puede hacer el mal, también se puede hacer el bien, porque desde que mi padre murió a toda la familia nos ha pasado cosas buenas, pero el precio ha sido demasiado caro.
Lo extraño es que mi abuela nos dijo que desde que mi abuelo murió lo tuvo que aguantar cada día y de hecho hasta que se fue de esa casa parecía una muerta en vida. Gracias a Dios ahora está bien.
Pero han pasado 10 años y yo no he vuelto a dormir allí y mi primo sigue recordándolo como el peor verano de su vida.
La historia que os voy a contar he intentado olvidarla durante mucho tiempo, pero cada vez que me quedo sola o que alguien habla de estos temas aún se me llenan los ojos de lágrimas.
Yo tenía unos 10 años más o menos, era verano y mi tía y sus 2 hijos habían ido a pasar el verano a casa de mi abuela porque su marido pasaría el verano en Bulgaria. Por aquel entonces mi padre trabajaba en una ciudad a unos 200 km de la mía y cada lunes mi madre lo iba a llevar en coche con mi hermana mayor sobre las 5 de la mañana y como no querían que me quedara sola en casa me iba con mi tía a casa de mi abuela.
Ya hacía un par de semanas que me encontraba extraña allí, pero nunca dije nada.
Cuando aquel domingo llegué sobre las 7 de la tarde a esa casa enorme en medio del monte algo me dio mala espina. Pero en cuanto vi que mis padres se metían en el coche para irse, fui corriendo a junto de ellos y les pedí que no me dejaran allí, lo cual era extraño pues nunca fui de esas niñas que lloran cuando sus padres se iban. Ellos acabaron convenciéndome para que me quedara y así lo hice.
Los minutos pasaban y a mi me parecían horas, una sensación en el pecho me ahogaba y apenas me dejaba respirar. Mi tía me preguntó qué me pasaba y le dije que me sentía angustiada (ella rió).
Me di cuenta de que mi primo que tenía unos 7 años estaba muy triste, pero en el momento no le di importancia.
Antes de que empezara a anochecer cogí la bici para dar una vuelta por la finca que había en la casa. Iba cuesta abajo cuando de repente alguien agarró la bici arrastrándome hacia atrás y frenándola por completo. Molesta grité: - ¡¡Diego estate quieto que casi me mato!! Me di la vuelta, pero mi primo no estaba en ninguna parte y cuando giré de nuevo la cabeza vi algo que me hizo perder la razón: era la cara de un hombre mayor, con gafas oscuras y con cara de muy pocos amigos, en mitad de los árboles, pero no tenía cuerpo, era sólo un rostro que me miraba con odio.
Empecé a gritar llorando y riendo a la vez, estaba como loca, cuando mi primo vino alucinado por mi estado. Yo no paraba de gritar sin decir ni palabra, mi tía salió a la ventana y vino corriendo, yo temblaba y lo único que pude decirle fue: - Dile a mamá que venga. Mi madre vino en unos 20 minutos durante los que yo no articulé palabra y no dejé de temblar.
Cuando me iba y me acerqué a la habitación de mi primo, lo vi llorando y me dijo: - No te vayas, yo paso miedo todas las noches.
Pero me fui igual. Mi tía creyó que lo que intentaba era asustar a los niños pero no era así. Le conté parte de la historia a mi madre y ella no me dijo nada. Mi tía se comportó muy fría conmigo (lo puedo entender), ella no sabía lo que se venía encima.
Una semana después apareció con las maletas en mi casa, llevaban días sin dormir: mi primo cada noche escuchaba pasar las páginas de un libro, veía a un hombre de blanco caminando por el pasillo y a una mujer que estaba cada noche a los pies de su cama mirándolo, mientras que en la habitación de mi tía entraba una bola de luz blanca que la asfixiaba.
Ese día me dijo: - Ahora entiendo lo que pasaste.
Poco después me enteré de que mi abuelo se había suicidado allí cuando yo era un bebé y justo antes de hacerlo llamó a mi madre para decirle que les iba a hacer la vida imposible a toda la familia y que mi abuela estaría muerta en vida en esa casa.
Todo se cumplió, cada una de las hermanas de mi madre tuvieron una desgracia diferente. La última fue mi madre: mi padre murió hace 3 meses trabajando, pero ahora tengo la tranquilidad de que si desde el más allá se puede hacer el mal, también se puede hacer el bien, porque desde que mi padre murió a toda la familia nos ha pasado cosas buenas, pero el precio ha sido demasiado caro.
Lo extraño es que mi abuela nos dijo que desde que mi abuelo murió lo tuvo que aguantar cada día y de hecho hasta que se fue de esa casa parecía una muerta en vida. Gracias a Dios ahora está bien.
Pero han pasado 10 años y yo no he vuelto a dormir allí y mi primo sigue recordándolo como el peor verano de su vida.
