Traducción de Google: Nota de Ville Hietanen (Jerome) de ProphecyFilm.com y Against-All-Heresies-And-Errors.blogspot.com: En la actualidad, yo (pero no mi hermano del correo "professionfilm12") he actualizado muchos de mis cree estar más en línea con el Vaticano II y ya no me adhiero a la posición de que el Vaticano II o los protestantes, musulmanes, budistas o varios grupos y pueblos tradicionalistas, etc. o las diversas enseñanzas, santos y adherentes al Vaticano II (y otros canonizados por el Vaticano II) como Santa Madre Teresa o San Papa Juan Pablo II, etc., fue herético o condenado o no católico (o no el Papa) - o que son indignos de este título. También he abrazado las opiniones sexuales sobre el matrimonio del Vaticano II y ya no me adhiero a las interpretaciones estrictas expresadas en este sitio web y en mis otros sitios web. Para leer más de mis puntos de vista, vea estos artículos: Algunas correcciones: Por qué ya no condeno a otros ni los juzgo como malvados que hice antes. Por qué ya no rechazo al Vaticano II y a los sacerdotes católicos tradicionales ni a recibir sacramentos de ellos (sobre el bautismo de deseo, el bautismo de sangre, la planificación familiar natural, Una Cum, etc.) Preguntas y respuestas: ¿La condenación y los tormentos eternos para nuestros hijos y seres queridos es "verdad" y "buena", pero la salvación para todos es "maldad" y una "herejía"?

El Milagro del Sol en Fátima

El Milagro del Sol en Fátima


"Estamos en 13 de octubre de 1917. En un campo humilde, conocido como Cova da Iria, en Fátima, se congregaron cerca de 70.000 personas en espera de un milagro. Esto por sí solo es sorprendente, puesto que nunca hasta entonces, en la historia de la Salvación, un vidente había vaticinado, con anticipación de meses, que ocurriría un milagro en un momento y en un lugar precisos. Nunca antes se había reunido tan inmensa muchedumbre, para presenciar un milagro público, previsto por alguien. Y no obstante, fue exactamente eso lo que ocurrió en aquel día".

El Milagro del Sol en Fátima

     Dios no hace milagros a la ligera. A través de toda la historia de la salvación – de Josué a Moisés, hasta los Doce Apóstoles y los Santos de la Iglesia Católica a lo largo de los siglos – Dios permitió milagros con un propósito fundamental: que sirviesen como una credencial divina, en favor de un testigo que en Su nombre invoca el milagro. Cuando Dios elige a un testigo Suyo, y después refrenda con un auténtico milagro las palabras de ese testigo, podemos convencernos de que es digno de crédito. Dios no permite milagros para confirmar testigos que no sean fidedignos; Dios no elige testigos que no sean dignos de fe.

     No, Dios no desperdicia los milagros. Y mucho menos un milagro público – presenciado por 70.000 personas, creyentes y no creyentes – como el que sucedió en el momento exacto en que había sido anunciado tres meses antes, por tres testigos cuyas declaraciones habían sido puestas en duda: Lucía y sus primos Francisco y Jacinta Marto.

Procesion, Nuestra Señora de Fátima

La imagen de Nuestra Señora de Fátima, esculpida según la descripción de los tres pastorcitos, es llevada en procesión durante la peregrinación del 13 de mayo, en medio de la conmoción y la alegría de los peregrinos que devotamente ocupan el recinto.

     Estamos en 13 de octubre de 1917. En un campo humilde, conocido como Cova da Iria, en Fátima, se congregaron cerca de 70.000 personas en espera de un milagro. Esto por sí solo es sorprendente, puesto que nunca hasta entonces, en la historia de la Salvación, un vidente había vaticinado, con anticipación de meses, que ocurriría un milagro en un momento y en un lugar precisos. Nunca antes se había reunido tan inmensa muchedumbre, para presenciar un milagro público, previsto por alguien. Y no obstante, fue exactamente eso lo que ocurrió en aquel día.

     ¿Por qué en ese día? Porque Lucía y sus primos Francisco y Jacinta, como todo día 13 a partir de mayo de aquel año, habían acudido a presenciar las apariciones de “la Señora”. La Señora se les había aparecido sobre una encina en Cova da Iria, y a cada aparición aumentaba la muchedumbre. Pero, al mismo tiempo, crecían también las dudas sobre la veracidad de los videntes, así como el escarnio y la persecución contra ellos y sus familias, en una época en que Portugal se encontraba bajo la férula de un régimen político ateo y masónico.

     Y entonces, en 13 de julio de 1917, la Señora les mostró algo que los aterraría y los transformaría para siempre, haciéndolos santos, que pasaron sus vidas (en el caso de Francisco y de Jacinta, vidas muy cortas) rezando y haciendo sacrificios por los pecadores. Como relata Lucía (en una declaración considerada fidedigna por la Iglesia), la Señora les mostró el Infierno:

     Abrió de nuevo las manos como en los meses pasados. El reflejo parecía penetrar la tierra y vimos como un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo cayendo por todos lados, semejantes al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido a la vista de esto cuando dí aquel '¡Ay!', que dicen haberme oído.) Los demonios distinguíanse por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa. Esa visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes (en la primera aparición) nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.

     Habiéndole mostrado a los niños el destino de los condenados — en lo que se considera la Primera parte del Secreto de Fátima —, la Señora les confió después la Segunda parte. Todos — incluso los miembros de Jerarquía del Vaticano señalados con destaque en este libro — están de acuerdo en que es ésta la Segunda parte del Secreto, tal como está registrada en las Memorias de la Hermana Lucía:

     Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, el hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre.
     Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará.  El Santo Padre Me consagrará Rusia que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe, etc. No habléis de esto con nadie. A Francisco, sí se lo podéis decir.

     Los elementos fundamentales de este sorprendente Mensaje son:

  • Muchas almas van al Infierno a causa de los pecados que cometen.

  • Para salvarlas, Dios desea establecer en todo el Mundo la devoción, singular y plenamente católica, al Corazón Inmaculado de María.

  • Esto se conseguirá mediante la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María (conjuntamente con las Comuniones de Reparación en los Primeros Sábados de cada mes), después lo cual Rusia se convertirá.

  • Si se hace eso, se salvarán muchas almas y habrá paz.

  • Si no se hace, Rusia diseminará sus errores por todo el Mundo. Habrá guerras, hambre, persecuciones a la Iglesia, y los buenos serán martirizados. El Santo Padre tendrá que sufrir mucho. Y si los deseos de Nuestra Señora continuaren sin ser atendidos, varias naciones serán aniquiladas.

  • Aun así, «por fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre Me consagrará Rusia que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.»

     A esto añadió la Señora un pedido urgente: que al rezar el Rosario, los católicos incluyesen al final de cada misterio la siguiente plegaria: «¡Oh, Jesús mío! Perdónanos, líbranos del fuego del Infierno. Lleva todas las Santas Almas al Cielo, principalmente las más necesitadas.» En obediencia a la exhortación de la Señora — lo que constituye, además, una especie de testimonio de la autenticidad de Sus apariciones en Fátima —, la Iglesia incluyó esa oración en el Rosario.

     La Iglesia adoptó también la devoción de la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados. La Señora así lo explico:

     A todos aquellos que durante cinco meses (consecutivos), en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y Me acompañen 15 minutos meditando sus misterios con el fin de desagraviarme, Yo prometo asistirles a la hora de la muerte con todas la gracias necesarias para su salvación.

     Hacemos aquí una breve interrupción para notar de paso (posteriormente será objeto de una discusión más detallada) la curiosa frase del final de las dos primeras partes del Secreto: «En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe etc.» La frase incompleta que termina con ese “etc.” aparece en la Cuarta Memoria de la Hermana Lucía sobre las apariciones. Se trata, claramente, de la introducción a un anuncio celestial, que incluye otras palabras de Nuestra Señora (que aquí no aparecen).

     Aislándola del resto, esta observación sobre la adhesión al Dogma católico en Portugal, aparece sin fundamento y totalmente sin sentido, toda vez que la frase no sigue de ningún modo la lógica de las dos primeras partes del Secreto. Por lo cual todos los insignes estudiosos de Fátima llegaron a la conclusión de que la frase representa el inicio de una tercera parte del Secreto, que vino a ser conocida simplemente como el Tercer Secreto de Fátima. Como veremos, Lucía estaba tan aterrada por su contenido que, aun después de habérsele ordenado en octubre de 1943 que lo pusiese por escrito, ella se sintió incapaz de hacerlo, hasta la Aparición siguiente, en 2 de enero de 1944, cuando la Señora le aseguró que sí lo debía hacer.

      Habiendo recibido del mismo Cielo un mensaje de una evidente y gravísima imspanancia para la Iglesia y para toda la Humanidad, Lucía sabía muy bien que tanto ella como sus primos necesitarían de una credencial divina para que se les creyese. Durante la Aparición del 13 de julio, Lucía — la futura Hermana Lucía — se dirigió a la Señora: «Quería que nos dijese quién es, y que hiciera un milagro para que todos crean que es Vd. quien se nos aparece.» Y la Señora respondió: «Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre os diré quién soy y lo que deseo, y haré un milagro para que todos vean y crean.» En apariciones posteriores, la Señora repitió esta promesa a Lucía y a los otros videntes (el 19 de agosto y, una vez más, en Cova da Iria, el 13 de septiembre).

     Y así fue como una gran muchedumbre se reunió en Cova da Iria el 13 de octubre. Y precisamente a la hora anunciada en julio — las 12, mediodía solar; las 13:30 por los relojes de Portugal —, tiene inicio un suceso espantoso. Inesperadamente — puesto que una lluvia torrencial había convertido a Cova da Iria en un lodazal —,  Lucía le dice a la muchedumbre que cierren los paraguas. Ella entonces entra en éxtasis y la Señora, apareciéndosele otra vez, primero le dice, tal como le había prometido, quién es y lo que desea: «Quiero decirte que construyan aquí una capilla en Mi honor. Yo soy la Señora del Rosario.» La Señora es la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, que desde aquel momento también será conocida bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima, uno de los muchos conferidos por la Iglesia a la Santísima Virgen. Por supuesto, se construyó la capilla; e igualmente se reconstruyó, después que, en 6 de marzo de 1922, hubiera sido arrasada por una bomba, allí colocada por los amigos de “El Hojalatero” — apodo del autócrata masónico del municipio de Ourém.

     Y en ese momento comenzó el Milagro. Reproducimos aquí el testimonio de un periodista al que de ningún modo se puede acusar de parcialidad en este tema; ¡y eso, por un buen motivo! Nos referimos al Sr. Avelino de Almeida, editor-jefe de O Século, el gran diario “liberal”, anticlerical y masónico de Lisboa, que escribió lo siguiente:

     (...) Desde lo alto de la carretera donde se aglomeran los carruajes y donde permanecen muchos cientos de personas, que no se atrevieron a meterse en la tierra enlodada, se ve toda la inmensa muchedumbre volviéndose hacia el sol, libre de nubes, en el cenit. El astro parece una bandeja de plata sin brillo y se puede mirar el disco sin ningún inconveniente. No quema, no ciega. Diríase que está habiendo un eclipse. De repente se levanta un tremendo clamor y a los espectadores que estaban más cerca se les oye gritar: “¡Milagro..., milagro! ¡Prodigio..., prodigio!” Ante los ojos deslumbrados de aquellas gentes, cuya actitud nos transspanaba a los tiempos bíblicos y que, pálidos de asombro, con la cabeza descubierta, contemplaban el azul del cielo, el sol vibró; el sol hizo movimientos bruscos nunca vistos, contra todas las leyes cósmicas; “el sol bailó”, según la típica expresión de los campesinos (...).

     Atacado con virulencia por toda la prensa anticlerical, el Sr. Avelino de Almeida ratificaba aquel testimonio quince días después en su revista Ilustração Portuguesa. En esta ocasión ilustraba su relato con una docena de fotografías de la muchedumbre extática, y repetía como un estribillo: «Yo lo he visto... Yo lo he visto... Yo lo he visto.» Y, de modo imprevisto, concluía: «¿Milagro, como clamaba el pueblo?, ¿fenómeno natural, como dicen los científicos? Eso no me preocupa en este momento, sino sólo decirte lo que he visto... Lo demás es asunto para la Ciencia y para la Iglesia (...)»

     Para los peregrinos, comenzaba en aquel sábado, 13 de octubre, un camino de penitencia, puesto que había llovido toda la noche anterior «sin que les imspanunase, les hiciese desistir o  les desesperase el brusco cambio del tiempo, cuando el aguacero transformó las polvorientas carreteras en hondos lodazales, y a las delicias del otoño sucedieron por un día los durísimos rigores del invierno (...)»

Procesion de la Virgen de Fatima

Foto de la procesión; al fondo, la Basílica de Fátima.

     Al comparar los numerosos relatos de los testigos, podemos distinguir los diferentes aspectos, y el resultado de los sorprendentes fenómenos observados por todos. Para cada uno de los fenómenos sería posible escribir unas diez páginas de testimonios, que por sí solos formarían un libro impresionante.

     He aquí el primer hecho maravilloso, descrito por el Dr. Almeida Garrett:

     Debía de ser la una y media cuando, en el lugar exacto en que estaban los niños, se levantó una columna de humo, fina, tenue y azulada, que se elevaba derecha hasta, aproximadamente, dos metros por encima de las cabezas, disipándose a esa altura.  Este fenómeno, observable a simple vista, duró algunos segundos. Como no registré el tiempo de duración, no puedo afirmar si fue más o menos de un minuto. El humo se disipó repentinamente y, pasado algún tiempo, volvió a repetirse el fenómeno una segunda y una tercera vez (...).

     Mientras «el cielo sin brillo y pesado tenía un color parduzco cargado de agua, amenazando un prolongado aguacero», durante el tiempo de la aparición, la lluvia paró del todo. El cielo clareó de repente: «Momentos antes, el sol había penetrado triunfalmente por los espesos nubarrones que lo escondían, y brilló clara e intensamente.» (Dr. Almeida Garrett). Ese repentino cambio de tiempo cogió a todos de sorpresa: «Fue un día de llovizna incesante, pero minutos antes del Milagro paró de llover.» (Alfredo da Silva Santos)

     Este es el testimonio de un médico, un hombre de ciencia, sobre el inexplicable color plateado del sol, que permitía verlo directamente, sin ningún daño para la vista:

     (...) Oí el griterío de miles de voces, y vi a aquella multitud dispersa por el vasto campo que se extendía a mis pies (...), dándole la espalda al lugar hacia el que hasta aquel momento se dirigían los deseos y anhelos, y mirando al cielo del lado opuesto. (...) Me volví hacia ese imán que atraía todas las miradas y pude verlo semejante a un disco de contorno nítido, luminoso y luciente, pero sin causar desazón, (...) que no era como el sol cuando se ve a través de la neblina (no había en aquel momento), porque no era opaco, difuso ni velado. En Fátima había luz y calor, y se mostraba nítido y con los bordes bien definidos, como una mesa de juego. Lo más maravilloso fue que, durante mucho tiempo, se pudiese observar el astro, llama de luz y brasa de calor, sin lastimar los ojos ni dañar la retina. (Dr. Almeida Garrett).

     Por el mismo estilo, el testimonio del editor-jefe de O Século:

     Y se asiste entonces a un espectáculo único e increíble para quien no lo ha presenciado. Desde lo alto de la carretera (...) se observa que toda la inmensa multitud se vuelve hacia el sol, que se muestra libre de nubes, en el cenit. El astro parece una bandeja de plata sin brillo y se puede mirarlo sin ningún inconveniente. No quema, no ciega. Diríase que está habiendo un eclipse. (Artículo del 15 de octubre de 1917)

     De igual modo otros afirmaban: «Uno podía mirar hacia el sol como se mira hacia la luna.» (Maria do Carmo)

     Se podrían multiplicar interminablemente los testimonios sobre el fenómeno solar que ocurrió enseguida, atestiguado incluso por el laico editor-jefe de un periódico anticlerical. Veamos algunos otros:

      «Temblaba, temblaba tanto... Parecía una rueda de fuego.» (María da Capelinha)
     «(...) [El sol] giraba en uno y otro sentido como una rueda de fuego y transformaba todo en los colores del arco iris.» (María do Carmo)
     «Era como un globo de nieve girando sobre sí mismo.» (P. Lourenço)
     «Este disco tenía un movimiento vertiginoso. No era el centelleo de un astro en plena vida. Giraba sobre sí mismo a una velocidad alucinante.» (Dr. Almeida Garrett)
     «En cierto momento, el sol se detuvo y después empezó a danzar, a bailar; paró otra vez y otra vez volvió a danzar.» (Tío Marto)
     «(...) El sol adquirió los colores del arco iris. Todo adquiría esos mismos colores: nuestros rostros, nuestra ropa, la misma tierra.» (María do Carmo)
     «Una luz, cuyos colores se alteraban velozmente, se reflejaba en la gente y en las cosas.» (Dr. Pereira Gens)

     Lo que sucedió enseguida constituye el aspecto más aterrador del Milagro, con implicaciones muy serias para nuestra época, en la que la Humanidad ha perfeccionado la capacidad de destruir el mundo entero con fuego proveniente del cielo; el sol pareció desprenderse del firmamento y precipitarse sobre la Tierra.

     «De repente se oyó un clamor, como un grito de angustia de toda aquella muchedumbre. Manteniendo la velocidad de su rotación, el sol parecía suelto en el firmamento, y con un color sanguíneo, para precipitarse sobre la tierra, amenazando aplastarnos a todos con su masa abrasadora. Fueron algunos segundos pavorosos.» (Dr. Almeida Garrett)
     «Vi el sol girando y parecía que estaba bajando. Era como una rueda de bicicleta.» (João Carreira)
     «El sol empezó a bailar y en cierto momento pareció que se desprendía del firmamento y se iba a precipitar sobre nosotros.» (Alfredo da Silva Santos)
     «Lo vi claramente bajando. Parecía que se desprendía del cielo, como si fuera a estrellarse contra la Tierra. Y se detuvo por algún tiempo a poca altura de nuestras cabezas. Esa arremetida duró muy poco. (...) Parecía que se encontraba muy cerca de las personas, pero enseguida retrocedía.» (María do Carmo)
     «Inmediatamente surge el sol con su circunferencia bien nítida. Se acerca como a la altura de las nubes y comienza a girar vertiginosamente sobre sí mismo, como una rueda de fuego presa a un eje, con algunas intermitencias, durante unos ocho minutos.» (P. Pereira da Silva)
     «(...) De repente, parecía que bajaba en zigzag, amenazando desplomarse sobre la Tierra..» (P. Lourenço)
     «(…) Vi el sol girando a gran velocidad y muy cerca de mí. (...)» (P. João Gomes Menitra)
     «Por fin, el sol se detuvo y todos dieron un suspiro de alivio.» (María da Capelinha)
     «De aquellos miles de bocas oí aclamaciones de fe y amor a la Santísima Virgen. Y entonces hube de creer. Tenía la convicción de que no había sido víctima de sugestión. Vi aquel sol como nunca más lo volvería a ver.» (Mário Godinho, Ingeniero)

     Otro hecho sorprendente: toda esa multitud, que en su gran mayoría se había empapado hasta los huesos, percibió con alegría y asombro que estaban secos.

     «Cuando menos lo esperábamos, notamos la ropa totalmente seca..» (Maria do Carmo)
     «Mi traje se secó en un instante.» (João Carreira)

     El académico Marques da Cruz  declaró lo siguiente:

     Como es fácil comprender, la inmensa multitud estaba empapada, puesto que desde la madrugada hasta aquella hora llovió sin parar. Sin embargo, aunque parezca increíble, pasado el milagro, todos se sintieron bien, con la ropa seca, lo cual provocó gran admiración. Decenas y decenas de personas con quienes he convivido desde niño, absolutamente honrados y que viven todavía (1937), así como personas de varias provincias, allí presentes, me garantizaron la verdad de estos sucesos, con la máxima franqueza y sinceridad.

     Bajo cierto aspecto, el efecto más sorprendente del milagro y su mejor prueba es precisamente éste: la cantidad de energía necesaria para el secado por medios naturales y tan rápidos, habría reducido a cenizas a todos los allí presentes. Considerando que esta característica del milagro va en contra de las leyes de la naturaleza, jamás podría haber sido obra del Demonio.

     Y, finalmente, hubo también milagros morales: la conversión de muchos.

     El comandante del destacamento acampado aquel día en la sierra, con órdenes para que se impidiese la aglomeración del pueblo, se convirtió instantáneamente. Por lo que parece, también se convirtieron cientos de otros incrédulos, cuyo testimonio muestra este libro.
     (...) Se encontraba allí un incrédulo, que había pasado toda la mañana mofándose de los incautos que iban a Fátima para ver una simple muchachita. Ahora se veía paralizado, mirando fijamente el sol. Entonces comenzó a temblar de la cabeza a los pies, y elevando los brazos, cayó de rodillas en el fango, invocando a Dios entre lágrimas.» (P. Lourenço)
     Yo vivía a 25 km de Fátima. En mayo de 1917 me hablaron sobre las extraordinarias apariciones; pero la noticia llegó a nosotros mezclada con fantasías populares. Naturalmente, no lo creíamos. Supuse sinceramente que era producto de la imaginación de alguien. (...) A pedido de mi madre, regresé a Cova da Iria en agosto, en la hora de las apariciones; sin embargo, una vez más volví a casa desanimado y decepcionado. Pero, mientras tanto, había ocurrido algo extraordinario. Mi madre, que durante muchos años había tenido un gran tumor en uno de los ojos, volvió curada. Los médicos que la habían tratado dijeron que no podían explicar aquella curación. No obstante, yo no creía en las apariciones.  Finalmente — una vez más, a pedido de mi madre — volví a Cova da Iria el 13 de octubre. (...) A pesar de lo que le había sucedido a mi madre, continué decepcionado, sin creer en las apariciones. Una vez más me quedé dentro del coche (...)  Entonces, de repente, observé que todo el mundo miraba para el cielo. La curiosidad me despertó la atención. Salí del coche y también me puse a mirar. (...) De aquellos cientos de bocas oí aclamaciones de fe a la Santísima Virgen. Y pasé a creer.» (Mario Godinho, Ingeniero)

     Un considerable número de otros casos de curaciones y conversiones están documentados, entre otras fuentes, en los siguientes libros: Documentación Crítica de Fátima y Era una Señora más brillante que el Sol.

     Para aquellos que pretendiesen decir que el milagro era fruto de una “histeria colectiva” provocada in loco, el propio Dios preparó una rápida refutación: Aquel fenómeno se pudo observar a gran distancia de Fátima. Testigos perfectamente dignos de crédito, que se encontraban muy lejos de Cova da Iria, contaron haber visto el espectáculo sin precedentes de la “Danza del Sol“, exactamente como lo vieron  los 70.000 peregrinos reunidos alrededor de la encina en donde se apareció la Santísima Virgen.

     En la pequeña aldea de Alburitel, a unos 13 km de Fátima, todo el mundo pudo apreciar la visión del prodigio solar. El testimonio más frecuentemente citado es el del Padre Inácio Lourenço, por ser el más minucioso. Sin embargo, aquello que describió sobre lo que había presenciado, todos los aldeanos, al ser interrogados por los investigadores, confirmaron que lo vieron exactamente del mismo modo.

     Efectivamente, fueron innumerables los testigos de aquel fenómeno; sus declaraciones, coincidentes, y la documentación que nos entregaron nos inundó.

     En primer lugar, en poco tiempo aparecieron numerosos relatos en la prensa spanuguesa. Es digno de notar que los primeros que dieron su testimonio hayan sido los periodistas anticlericales. Merecen una mención especial los tres artículos de Avelino de Almeida — el del 13 de octubre, poco antes del acontecimiento; otro, con fecha de 15 de octubre, pero editado en Vila Nova de Ourém en la tarde del mismo día 13, y un tercer artículo, del 29 de octubre. A pesar del estilo sarcástico y de la ironía volteriana que inspiraron parcialmente el primero de esos artículos, a pesar de la inclinación anticlerical — era de esperar — que aparece todavía en el artículo del día 15, esos textos de un periodista de talento, pero también honesto y concienzudo, son documentos históricos de fundamental imspanancia. Sin embargo, no fue él la única persona que narró aquellos hechos, porque había otros periodistas en Cova da Iria.

     Vinieron después las investigaciones oficiales. En noviembre de 1917, por solicitación del Sr. Obispo Don João Evangelista de Lima Vidal (que en esa ocasión gobernaba la diócesis de Lisboa), el párroco de Fátima llevó a cabo su investigación e interrogó varios testigos de la feligresía. Por desgracia, ¡sólo transcribió cuatro declaraciones!

     Mas, afortunadamente, las investigaciones de los historiadores compensaron la negligencia de los investigadores oficiales. El relato (una declaración muy prolija) que el P. Formigão obtuvo del Dr. José Maria de Almeida Garrett, profesor de la Facultad de Ciencias de Coimbra, es el más científico que poseemos. Tenemos además los relatos del P. Fonseca (cuya obra se destinaba a analizar los puntos que el P. Dhanis puso en duda, el cual, no obstante, rehuyó examinar las pruebas), así como los del P. de Marchi, del Canónigo Barthas, del P. Dias Coelho y del P. Richard.

     En 1977, para conmemorar el 60º aniversario de la última Aparición, aún se consiguieron reunir en Fátima más de 30 personas que habían presenciado el prodigio solar y tuvieron ospanunidad de relatar sus memorias. Gracias a esos numerosos testimonios, es posible reconstruir un minucioso relato, que, hora a hora, minuto a minuto, nos permite revivir ese día trascendental, sin sombra de duda uno de los más imspanantes en la Historia Universal. En efecto, las pruebas del Milagro del Sol, en 13 de octubre de 1917, fueron tan convincentes que hasta Hollywood quiso corroborar su autenticidad con un film clásico (con el actor Gilbert Roland), que lleva el título de “The Miracle of Our Lady of Fatima”, y que aún hoy se puede adquirir en video.

     ¿Por qué fue tan imspanante ese día? Porque fue el día en que un Mensaje del Cielo, de la Madre de Dios, traído por Ella, fue autenticado con tal fuerza que no pudiese suscitar ninguna duda razonable; un Mensaje que, pasados más de 89 años, se halla en el centro de la crítica situación por la que, en este preciso momento de la Historia humana, atraviesan la Iglesia y el Mundo, ofreciéndonos una solución

Capilla Nuestra Señora de Fatima

La primera capilla de Nuestra Señora de Fátima, construida en el local exacto donde se apareció Nuestra Señora. En 6 de marzo de 1922 fue dinamitada por las fuerzas anticatólicas que había en Portugal. En esta foto se puede ver el orificio provocado en el tejado por la explosión. Sin embargo, providencialmente, la imagen original de Nuestra Señora de Fátima no se hallaba en la capilla en aquel momento.




Apariciones de la Virgen de Fatima


Profecias de la Virgen de Fatima


Revelaciones de Virgen de Fatima a Sor Lucía


Secretos de Fatima


Tercer Secreto de Fatima



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